Labores Agrícolas – 1/3 - Introducción



Labores Agrícolas – 1/3 - Introducción


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Como ya dije en la presentación del blog, dejé mi aldea con 9 años, una edad muy temprana que me impidió vivir otras muchas experiencias que hubieran enriquecido considerablemente mi relato. No viví en el pueblo la adolescencia ni la juventud, que es cuando se establecen unas sólidas relaciones de amistad y convivencia social. Tampoco participé de las relaciones de vecindad que se producen en los múltiples trabajos colaborativos entre vecinos, como son la siega, la vendimia, o las fiestas patronales vividas con ilusión y alegría. Tampoco conozco las historias y evolución de las distintas familias de la parroquia. Hecha la anterior aclaración, que es una limitación importante, en mi ánimo está aportar en estos relatos aquello que quedó en mi memoria, en un intento de evitar su olvido definitivo. Mi pretensión es que estas reflexiones sirvan de apoyo, a modo de recordatorio y asidero del pasado, especialmente para mí mismo, y complementariamente, a quienes como yo abandonaron su pueblo a una edad temprana y sientan curiosidad por recordar cómo eran las cosas entonces. Esta curiosidad pudiera eventualmente ser compartida por sus hijos o nietos, que ya no tuvieron oportunidad de conocer esta realidad, y para los cuales pudiera representar este relato un apoyo para contarles como transcurrió ese tiempo que considero un punto de inflexión esencial en el desarrollo de nuestra sociedad actual. Un tiempo que, aunque relativamente próximo, parece perdido ya en la nebulosa del pasado.

Voy intentar relatar en esta entrada al blog las labores agrícolas más importantes en la vida de la aldea rural, tal como yo las recuerdo o las he oído de mis mayores, pero dejando claro que no tuve oportunidad de participar en su ejecución. Tengo muy vivas las imágenes de la siega, la malla, la recolección de patatas, la vendimia, por citar solo las más importantes, en mi posición de niño curioso y observador. Por consiguiente, si cometo algún error en los trabajos, el orden, o la época anual de su ejecución, pido disculpas anticipadamente.
Aunque a primera vista pudiera pensarse que el terreno de las fincas de nuestra parroquia era muy fértil, esta idea no refleja la realidad. La lluvia genera mucho verdor, pero los nutrientes de la tierra para las cosechas no son suficientes. La tierra requiere un aporte de abono anual, al mismo tiempo que deben alternarse los cultivos para conseguir un rendimiento aceptable, aunque no excelente. Se sembraba con alternancia de cultivos, rotando el centeno, el maíz y las patatas.

A la vista de la extensión de este tema, lo divido en tres partes para facilitar su lectura. En esta primera entrega relato el proceso de aquellos cultivos habituales en la parroquia, excepto el centeno y el maíz, que serán objeto de entradas separadas dentro de este mismo tema relativo a las labores agrícolas.

Las Patatas
Rama de la planta de la patata

Comienzo este relato con el cultivo de la patata. Esta planta es originaria de América y fue traía a España por los conquistadores. Al principio no fue aceptada para su consumo, ya que se le atribuían efectos dañinos para la salud. Fue a finales del S. XVI cuando ya empezó a ser cultivada y consumida más extensamente, contribuyendo de forma sustancial a mejorar la alimentación humana y del ganado doméstico, liberándolos de episodios de hambruna sufridos anteriormente. Su alto rendimiento, su aporte de nutrientes y su larga conservación mejoraron sustancialmente la calidad de vida de la población rural, basada anteriormente en el consumo de castañas.

Las patatas primerizas se sembraban en febrero en los "tarreos" o pequeños huertos cerca de las casas donde se sembraban a mano y se cavaban a azada. Dentro del ciclo de los cultivos rotativos o alternativos para mejorar el rendimiento de la tierra, en este terreno se podía haber sembrado antes la "ferraia", que son cereales cortados en verde para el consumo de los animales. Las labores de siembra de la patata se solían hacer entre dos personas. Una cavaba un surco o "gavia" y otro pelaba las hierbas o abono al lado dentro del surco abierto. Sobre este surco se iban dejando las patatas cortadas de forma que siempre tuvieran un ojo. A continuación se hacía otro surco al lado, echando la tierra que se sacaba para tapar el anterior sembrado con las patatas, y así sucesivamente. Cuando brotaban las ramas del fruto había que sacharlas para quitar las malas hierbas, ahuecar la tierra y “achegar” o rodear el pie de la planta de tierra. Luego cuando eran más grandes se volvían a cavar y "achegar" otra vez la tierra.

Las patatas de temporada normal se sembraban en marzo, en las fincas de los nabos, después de arrancarlos, y tras el laboreo de arar y pasar la grada. Se hacían surcos con arado, se colocaban las patatas cortadas en el surco y se volvía a arar al lado un nuevo surco que cubría el anterior. También había que cavarlas cuando brotaban para ahuecar la tierra y quitar las malas hierbas y, más tarde volver cavar y achegar. El único tratamiento químico usado era el azufre para combatir el escarabajo. La recolección de estas patatas se hacía igual que las tempranas.

La recolección de las patatas tempranas se hacía el mes de julio. Se arrancaban con azada y se llevaban en cestos con el carro hasta la bodega allí quedaban a oscuras para que no agrumaran. El resto de la cosecha se arrancaba en el mes de agosto.

Las patatas normalmente se arrancaban con la azada, si bien en las fincas más grandes se ayudaban del arado para desenterrarlas. Después de pasar el arado, que había hecho el trabajo más duro, había que ir desenterrando las patatas con la azada. Este trabajo a veces se hacía con ayuda de los vecinos, como parte de la ayuda mutua que se prestaban en ciertas labores colaborativas, terminando el trabajo siempre con una comida o cena colectiva ofrecida por el dueño de la finca. Detrás de los que arrancaban las patatas iban las mujeres apañándolas y metiéndolas en cestos o sacos, que se vaciaban en el carro para luego acarrearlas a la bodega. Era importante separar las dañadas por la azada, llamadas “encetadas”, para consumo más inmediato o para los cerdos, y evitar que se pudrieran en el montón y dañaran a las otras sanas. También se acostumbraba a separar las pequeñas que se usaban para alimento de los cerdos.

Los Nabos
Nabo en la tierra  en desarrollo

El siguiente cultivo a desarrollar es el de los nabos. Esta planta es originaria de Europa y se cultiva en climas más bien fríos. En nuestras aldeas se ha cultivado tradicionalmente como una parte esencial del alimento del ganado, cuya cría es de vital importancia para la vida de la población. Desde el punto de vista alimenticio el ganado aporta carne, a través de la matanza del cerdo, y leche y carne en el caso del ganado vacuno, contribuyendo ambos de forma esencial en el bienestar de la población. Las vacas, además, aportan su trabajo como animales de tiro, tanto del tradicional carro como del arado. En nuestra aldea era la única ayuda que tenía el hombre en el trabajo en las labores más pesadas.

Dentro del ciclo de rotación de cultivos, después de la siega del centeno se araba el campo para abrir el rastrojo o "palletas", que son los restos que quedan en el campo después de la siega. Se pasaba luego la grada y ya quedaba el terreno preparado para el siguiente cultivo. Se abonaba con el estiércol orgánico o "estrume", producido por la descomposición de los excrementos de las vacas y cerdos con los vegetales que se usaban para cubrir el suelo de las cuadras. La cama de los animales en las cuadras consistía en cubrir el suelo con los restos de la roza, maleza, tojos, helechos, hojas, y otros. Una vez extendido el estiércol sobre la finca, a continuación se volvía a arar para cubrir el abono. Quedaba ya el terreno preparado a la espera de la siembra de los nabos.

Los nabos se sembraban a finales de agosto o principio septiembre. La siembra era al voleo, arando a continuación para cubrirlos. Para escoger el momento de la siembra se esperaba que hubiera llovido, ya que la tierra tenía que estar húmeda.

Cuando ya brotaban y alcanzaban una altura de unos 15 cms. se podían coger ya las "nabizas", que son las hojas tiernas que rodean el brote central. El corazón del brote no se tocaba para que siguiera el crecimiento de la planta. Las nabizas se emplean abundantemente en la cocina tradicional, tanto en el caldo como cocidas con patatas y aderezadas con un refrito.
Nabo arrancado para alimento del ganado

Cuando la planta empezaba a subir y tenía ya algo de cuello, se partía el brote central de la planta con la mano, llamado "escrouchar", y éso era el grelo, comida exquisita consumida desde diciembre hasta carnaval. Se dejaba el resto de la planta que seguía creciendo, e incluso creaba nuevos brotes, hasta la madurez del nabo. Los nabos se empezaban a arrancar hacia mediados de octubre, época muy propicia para contribuir a la alimentación de los cerdos en pleno proceso de cebo, que consumían cocidos y mezclados con harina, patatas y otros vegetales disponibles según la estación.
Flor del nabo al final de su ciclo de crecimiento

La rama y los nabos arrancados se usaban como forraje para alimento de las vacas. El resto no consumido se dejaba crecer hasta que echaba la flor, entonces se iban arrancando para alimento para las vacas a medida que éstas los iban consumiendo. La recolección finalizaba hacia final de febrero.

La Siega de la Hierba o Heno
La siega del heno de Beughel

La hierba de los pastizales, una vez seca, era una parte fundamental de la alimentación de las vacas durante el invierno. Ya hemos dicho la importancia que tenían las vacas en el bienestar de la población con su aporte de trabajo, leche y carne.

Tradicionalmente se segaban los pastizales de toda la aldea con guadañas allá por el mes de julio. Era una hermosa estampa ver a un hombre con su sombrero de paja y la guadaña en ristre dar armoniosos giros de cintura y brazos y ver cómo caía la hierba cortada limpiamente. No era esa una tarea fácil, ya que los “lameiros” o fincas de pasto tenían normalmente bastante pendiente. Era un trabajo que requería fuerza y destreza. Todos llevaban una especie de funda hecha de cuerno de vaca colgando en el cinturón, en la que estaba introducida una piedra de afilar de forma elíptica alargada y algo de agua para facilitar su uso. Periódicamente se paraban, apoyaban la guadaña en la punta del mango, y con la hoja a la altura de las manos procedían diestramente a un afilado o asentado del filo con esa piedra, ya que debido a la irregularidad del terreno se iba desgastando por contacto con la tierra o alguna piedra suelta. Ya en casa, si el filo estaba muy estropeado, con la ayuda de un martillo y un pequeño yunque específico para esta función, se cabruñaba o “carabuñaba” el filo de la guadaña. 

La hierba segada quedaba extendida sobre la finca allí donde caía del corte de la guadaña. Se dejaba secar al sol, volteándola a mano con las horquillas en un cierto momento para solearla por el otro lado. Cuando se consideraba que estaba completamente seca se llevaba a casa en el carro tirado por las vacas, donde se almacenaba en el pajar. Si la casa no tenía esa dependencia se hacía un “palleiro” que era un amontonamiento cilíndrico del heno, rematado en un cono construido con la propia hierba y rematado con paja de centeno para protegerla de la lluvia, una inteligente forma de almacenaje de un alimento esencial para las vacas a lo largo del invierno.

En los “lameiros” o pastizales desde febrero hasta la siega de la hierba no iban las vacas a pastar para permitir el máximo desarrollo de la planta. Después de la siega retornaban otra vez a esos mismos “lameiros”. Las vacas apreciaban mucho la hierba seca, que preferían a la paja del centeno.
Carro cargado de hierba

Los “lameiros” o pastizales eran fincas para producir hierba para alimento de las vacas. Todos tenían riego por medio de un sistema de pequeñas presas o acequias que lindaban con la parte alta de las fincas, paralelas al camino de acceso, con aberturas de salida a cada una de ellas. El turno de riego no se puede decir que estuviera muy bien organizado. Había que ir diariamente a “tornar” el agua, que quería decir, tapar la salida que estuviera abierta en otro campo y abrir la del propio para permitir al agua el riego por inundación. El que primero llegaba, primero aprovechaba el agua. Cuando llegaba otro más tarde la quitaba al anterior y la echaba en su campo. Había una especial competencia, no exenta de gracia y picaresca, para conseguir ser el último del día, ya que el último en tornar el agua, la dejaba manando toda la noche, durmiendo en su “lameiro”. Los vecinos que tenían fincas en el mismo tramo de regadío se vigilaban mutuamente para ver cuando iba uno e intentar ir a continuación sin que el anterior lo viera para volver a tornar el agua a su propio campo.
Pajar para la hierba seca

Los lugares muy húmedos, cerca del río y además con riego, permitían un crecimiento de la hierba muy rápido. Se cortaba esta hierba muy tierna llamada “outono”, con la hoz, llevándola las mujeres en la cabeza en un atado, llamado "un feixe de outono" para alimento de las vacas, y a los pocos días ya había vuelto a crecer. En la época en que se dependía del campo para subsistir, eran éstos terrenos muy valorados y apreciados, ya que proporcionaban un abundante forraje para alimento de las vacas que favorecían la producción de leche. Quedaban inactivos de octubre hasta la primavera, allá para marzo, que recomenzaba el ciclo. El “outono” era un alimento esencial para las vacas para producir leche y para aportarles fuerza necesaria en la época de mayor demanda de trabajo de los animales, que era el verano. Las vacas se cuidaban con mimo como elemento esencial para la economía doméstica.

La Vendimia
Vendimiando

El vino, aun no siendo un alimento de primera necesidad, estaba totalmente asentado en la cultura popular, de forma que no se concebía una buena casa sin su producción del vino para el consumo anual. Las viñas en nuestra parroquia estaban en parrales altos para facilitar su aireado y maduración. Desconozco la variedad de uva, aunque supongo que puedan ser mencía, souson o caíño tinto, las más extendidas en la Ribeira Sacra. Las viñas requieren ciertos cuidados y labores que comienzan con la poda, que como dice el refrán, “O que en marzo non poda perde a vendima toda”. Había que tratar las cepas contra el mildiu con sulfatados, como mínimo cinco. El sulfato de cobre venía en piedras que debían disolverse en agua, cargar la sulfatadora a la espalda y meterse entre las cepas para ducharlas con ese líquido azulado. También había que azufrarlas para combatir la peste blanca. Luego, cuando asomaba el racimo había que cortar los “folleiros”, ramas largas sin racimos que consumían sabia de la planta y no tenían fruto. Estas ramas servían de alimento a las vacas. Finalmente, cuando ya los racimos iban creciendo había que clarear la planta, "refollear", cortando aquellas ramas que impedían el soleado de los racimos.

Otro trabajo comunitario era la vendimia, que normalmente se hacía en septiembre, pero que podía variar según la climatología, que influía en la maduración de la uva. Con la ayuda de amigos y vecinos se procedía a cortar los racimos de uva para llevarlos en cestos a la bodega, bien directamente desde las viñas próximas a la casa, o con ayuda del carro si las viñas estaban más alejadas. Allí se echaban en el lagar, donde se pisaba la uva para obtener un mosto que pasaba a las cubas para fermentar. Antes de pisar, y a medida que se iban echando los racimos de uva de los cestos en el lagar, se limpiaba la uva de hojas, racimos secos, o cualquier impureza que pudiera tener. Las cubas inicialmente quedaban abiertas para que el mosto en fermentación pudiera expandirse y respirar.

Yo de niño también quise pisar las uvas, ya que me parecía un juego divertido chapotear en los racimos de uvas todos chafados formando un caldo espeso, que era pisado por otros mozos mayores. Mi abuelo me permitió entrar a pisar las uvas, pero fue una experiencia que duró escasos minutos. Lo que parecía un juego divertido pronto se convirtió en una fuerte sensación de frío doloroso en los pies, que hizo que pidiera que me quitaran de allí lo antes posible. Parece claro que hay caprichos que lo mejor es consentirlos para curar la curiosidad rápidamente.

Transcurrido el proceso de fermentación, que duraba unas dos semanas, se tapaba la cuba con su tapa y se sellaba con una masa hecha de ceniza, parecida a cemento, para evitar que respirara. Sellada ya la cuba, el vino continuaba con su proceso de maduración, comenzando ya a consumirse la nueva cosecha allá para el magosto, a comienzos de noviembre. Dice el refrán “polo día de san Martiño todo o viño é bo viño”. "Despois de San Martiño, deixa a agua e bebe viño". Así pues, el magosto es una buena ocasión para disfrutar del nuevo vino y las castañas asadas.

Cuando iba a venir el "augardenteiro" se trasladaba el vino, se “trasfegaba”, cambiándolo de tonel, lo que permitía extraer el hollejo y restos de los racimos exprimidos, el llamado “bagazo”. El vino se volvía a sellar ya limpio, para consumir el resto del año.

El “bagazo”, o restos de los racimos exprimidos, que quedaron dentro de la cuba de vino durante la fermentación y hasta el momento de trasegar o “trasfegar”, era la materia prima para la destilación y obtención del orujo o aguardiente. Cuando llegaba el "augardenteiro" se instalaba en un lugar cubierto de la aldea. Cada vecino llevaba a ese lugar la leña para el fuego y su bagazo en cestos. En la gran olla de cobre se echaba el bagazo y algo de agua y se hacía fuego debajo, no demasiado fuerte, cuando comenzaba a producir vapor continuado se tapaba y se conectaba al serpentín que discurría por un bidón lleno de agua fría, comenzando el proceso de destilado. De ese bidón de agua salía un tubito del que manaba como un fino hilito, o a veces gota a gota, el aguardiente con su profundo aroma tan característico, afrutado y agradable, que despejaba la nariz como si fuera mentol. El proceso era lento, con fuego muy suave. 

Alambique para la destilacion del aguardiente
El primer aguardiente era el de mejor calidad. Al final salía un aguardiente rebajado que se llamaba "zanganilla". Yo recuerdo muy bien ese aroma de matices exquisitos, que cuando luego fui mayor disfruté tomando alguna copa de esa bebida tan popular y tan nuestra. El aguardiente que se elabora hoy en día, aun empleando el mismo procedimiento artesanal, nada tiene que ver con el aguardiente obtenido en aquellos años. El motivo, creo yo, será la mezcla de la uva autóctona con la comprada en la zona de Castilla, que mejora la calidad del vino, pero es perjudicial para la calidad del aguardiente. También he oído que para aumentar la producción del aguardiente añaden vino al bagazo, con lo que se destila conjuntamente el bagazo y el vino, con unos resultados lamentables para la calidad del aguardiente. Todo lo dicho es una opinión meramente personal, aunque seguro que hay opiniones para todos los gustos y paladares de muy distinta sensibilidad.

Antes de la vendimia se procedía al lavado de los toneles para desinfectarlos y eliminar todo resto de parásitos y hongos, quemando azufre en ellos y lavándolos con agua hasta que esta salía sin color. Una vez higienizados se untaba el tonel con tocino, quedando a la espera del nuevo mosto.

Para terminar, recordemos esta copla:

Acabáronse as vendimas
e veñen as esfolladas
para comer coas mociñas
catro castañas asadas.

La Huerta

Ya para concluir esta primera parte de la presentación, hacer referencia a otros varios productos que se cultivaban en pequeños huertos, cerca de las casas, los llamados “tarreos”para "hortas". En ellos se producían el resto de productos, especialmente hortalizas, o frutales.

Dentro de las verduras y hortalizas consumidas regularmente, dependiendo de la estación, estaban los pimientos, que eran y continúan siendo deliciosos, tomates, lechugas, guisantes, judías, las berzas para el caldo, cebollas y ajos. También eras muy importante la producción de alubias y garbanzos, de las que hablo al comentar el cultivo del maíz, ya que se sembraban simultáneamente en las mismas fincas.

Los frutales más comunes en nuestra parroquia eran los manzanos, perales, pavieiras, higueras y cerezos. Como frutos secos podemos destacar los nogales y los avellanos. Los frutales no se cuidaban, salvo alguna poda muy ocasional, creciendo la fruta sin ningún tipo de tratamiento químico, lo que la hacía extraordinariamente sabrosa, pero frecuentemente agusanada.

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